Acciones Desapercibidas

 

Las “Acciones Desapercibidas” son espontáneas, juegan con el factor sorpresa yalgunas de ellas, están inspiradas en las indicaciones de diversos artistas. Un ejemplo sería las acciones descritas por Scott Burton: “esperar a alguien en una calle, darse cuenta al salir de casa del olvido de algo o al sacar el pañuelo del bolsillo del pantalón, tirar todas las monedas que llevas en el mismo”, y otro, las publicadas por Yoko Ono en su libro de instrucciones Grapefruit (Pomelo) publicado en 1964: “Escuchar el sonido de la tierra girando”, “encender un fósforo y vigilar hasta que se consuma”.

 

Las “Acciones Desapercibidas” son humildes y carecen de público convocado puesto que no se anuncian ni se presentan en un evento programado.

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En las “Acciones Desapercibidas” aludimos al horizonte de lo cotidiano y repetimos acciones cuya naturaleza tangencial remite a derivas rizomáticas.   Biografías y tránsitos, apariencias, silencios y encuentros, reflejan ficciones literarias y segmentos constituidos por hábitos comunes y también fuera de lo común, que matizan con acentos poéticos la prosa y el acontecer diario.

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Un gesto mínimo y absurdo, en definitiva, un gesto romántico, nos separa de todo aquello que se acerca a la lógica de mercado y de todo aquello que se enmarca en un espacio conceptual académico definido por unas normas metodológicas.

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Cuando se convoca un evento en el que se programan “acciones”, los espectadores: performers participantes, curiosos o estudiantes de arte, registran el espectáculo o participan en el mismo con total complicidad. Estamos presenciando un “performance o acción” realizada por uno o varios artistas frente a un público que en la mayoría de los casos adopta un papel pasivo.

 

El factor sorpresa se pierde y todo el mundo es consciente de que asiste a una representación, un ritual más o menos simbólico en un espacio escénico no habitual y en el que el performer se convierte en un actor atípico o en un oficiante de vanguardia.

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Cuando creamos una Acción Desapercibida nos ubicamos en el paréntesis y asistimos a la fiesta de la insignificancia, esa fiesta en la que "una plumita planea temblorosamente bajo el techo, asciende y desciende, hasta que se posa en el índice de alguien que la observaba y que levantó la mano lo más alto posible".

Cuando realizamos una acción desapercibida, el espacio y el tiempo se condensan mientras "nos dirigimos empujados por el viento, lentamente hacia la salida, dando delicados saltitos".*

 

*De la novela de Milan Kundera “La Fiesta de la Insignificancia”